(...) No piense más y ponga a un canario en su biblioteca.
Después podrá hablar de la prosa recia de González Déniz, del rico universo de Antolín Dávila, de los deliciosos bocados narrativos de Dolores Campos-Herrero, de los grises ambientes de González Ascanio y las elegantes ficciones de José Manuel Brito.
Podrá hablar, también, de temas de candente actualidad: del polémico asunto de la memoria histórica, con las novelas de Miguel Ángel Sosa Machín como excusa; del pequeño drama de las anónimas víctimas de la crisis, haciendo lo propio con las de Santiago Gil.
Podrá hacer sonreír a sus amistades con los juegos naif de Juan Carlos de Sancho. O presumir de haber constatado primero que nadie la valía de relatistas y microrrelatistas, como la joven Ángeles Jurado o la todavía más joven Judith Bosch.
Si es amante de intrigas y violencias, tiene varios escritores negros entre los que elegir: algunos autóctonos, como Correa o Ravelo; otros afincados hace años en las Islas, como Lozano o Carlos Álvarez (no confundir con el cantante lírico).
Incluso dispone usted de varios ejemplares de canarios afincados en grandes ciudades, como Sabas Martín o José Carlos Cataño (una de cuyas novelas tiene como ganancia secundaria proporcionar un tema originalísimo de conversación, olvidado entre nosotros desde Leopoldo Azancot: el erotismo y el judaísmo).
Y la poesía… Ah, la poesía. Canarias, por si usted desconoce el dato, es tradicional territorio de poetas. Puede empezar por los más jóvenes: Pedro Flores, Tina Suárez, Federico J. Silva, Alicia Llarena, Verónica García, Silvia Rodríguez (no confundir con el cantautor), Cecilia Domínguez, Marcos Hormiga… Son tantos y tan interesantes que usted podrá hablar de uno cada día sin repetirse en mucho tiempo.
Imagínese en medio de esa reunión social en la que ya hace rato que corren el vino y la cerveza, captando la atención de todos al decir: “Recuerdo un poema de un poeta de Lanzarote que…”. Se convertirá enseguida en el centro de interés de sus potenciales amantes y en la envidia de sus rivales amorosos.
Pero, ya que será el primero o la primera en descubrirlos, aproveche su ventaja. Usted, que cuando apareció Mankell olisqueó enseguida a Sjöwall-Wahlöö, no pierda el tiempo y encuentre cuanto antes a los Millares y los Padorno y los de La Torre, a Arozarena y a Isaac de Vega, a Agustín Espinosa y García Cabrera, a Alonso Quesada y Domingo Rivero.
En esta tarea (puede que algo laboriosa, pero de indudable provecho) podrá ayudarse de utilísimos estudios de Jorge Rodríguez Padrón, Eugenio Padorno, Oswaldo Guerra, Antonio Becerra o Nilo Palenzuela, entre otros, sin olvidar a la decana de los estudiosos de la literatura canaria: doña María Rosa Alonso.
Piense en cómo presumirá de haber llegado antes que nadie a los protagonistas de la nueva ola canaria; en la soltura con la que transmitirá sus conocimientos acerca del mestizaje cultural, de la influencia del paisaje en la poética insular; piense en el asombro que despertará al decir a los neófitos: “Pero si los tenías ahí, ante tus narices: justo enfrente de África. Y no los conocías”.
( Fragmento del post "Ponga un canario en su biblioteca" publicado en el blog Ceremonias por Bernardo Betancor;texto completo en :
http://alexisravelo.wordpress.com/2011/12/15/no-olvide-poner-un-canario-en-su-biblioteca/ )
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